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LECTURA GRADO NOVENO

 

Las comunidades afrocolombianas no son culturalmente homogéneas y podemos hablar de una gran diversidad, de diferencias culturales importantes a nivel regional. Así, los afro colombianos de San Andrés y providencia presentan diferencias importantes con respecto a los afro colombianos del Pacífico, dentro de la misma región del pacífico se ven grandes diferencias culturales entre el norte y el sur.

Sus comunidades tradicionales presentan ciertas características comunes: son comunidades agrarias ubicadas generalmente en las partes bajas de los ríos y en las costas de zonas cálidas y/o selváticas, cuyas actividades productivas tradicionales han sido la minería, la pesca, la caza, la recolección y la siembra de productos de pan coger (maíz, plátano, yuca, frutas) en pequeñas parcelas. Han desarrollado unas prácticas culturales particulares que las distinguen como un grupo étnico “diferenciado”, con sus rasgos propios de identidad, etnohistoria, organización social, estructura de parentesco, modos y prácticas tradicionales de producción, de ejercicio de una territorialidad y apropiación de instituciones políticas, además de una cosmovisión, espiritualidad y pensamiento propios que redefinen la complejidad del mundo afro.

Una de las manifestaciones claras de identidad cultural de las comunidades negras del Pacífico es su particular visión y concepción mágico-religiosa, presente en sus relaciones sociales, en sus relaciones con la naturaleza, con el universo, con los espíritus y lo sobrenatural. Su visión religiosa es la resultante de un proceso profundo de de-construcción de sus paradigmas autóctonos de identidad como africanos y la recreación de una nueva visión cultural que exigió la adaptación de otras costumbres, de otras condiciones de vida, mediante procesos de sincretismo, reinterpretación y transculturación.

Esta particular visión mágico-religiosa, hereda de la tradición africana muchos aspectos referentes a la salud y la enfermedad y recoge los conocimientos indígenas sobre el poder curativo de las plantas y los métodos para combatir la enfermedad. Integra, además, el aporte cristiano con sus santos y todo su imaginario, así como las prácticas mágicas de las brujas castellanas en sus series de oraciones y conjuros, contribuyendo a la ampliación del sistema simbólico curativo y del sistema simbólico general. Encontramos así, en la curandería de los negros del Pacífico, una influencia africana, indígena y también europea.


En el marco de esta visión mágico religiosa, la naturaleza, el territorio es un escenario ritual con connotaciones no sólo naturales sino también culturales. La selva, el monte, el río son espacios habitados por los espíritus, las divinidades y los ancestros. Allí están presentes las fuerzas naturales y sobrenaturales con quienes es preciso mantener un diálogo, a quienes hay que tener en cuenta y pedir su permiso a la hora de intervenir.

“Entre los negros existe una relación fundamental entre la vida de los seres de la naturaleza y los seres sobrenaturales que viven en la misma naturaleza, es decir una relación entre un mundo mítico espiritual y un mundo natural y cultural, que es mediado por un curandero de la comunidad, que a través de sus actos mágicos que manipulan las plantas y los animales para fines curativos y maléficos, crea todo un ambiente de representaciones simbólicas y metafóricas ritualizadas a fin de ejercer un puente de comunicación y diálogo entre los afrocolombianos, su entorno y su cosmogónica” (Sánchez, 1997). Así, el territorio para el afro colombiano es un espacio básico para el ejercicio del ser, de la esencia vital que configura el desarrollo de los hombres y mujeres negras en un hábitat que ancestralmente ha sido apropiado y donde se ha desarrollado un proyecto de vida cultural, social, ambiental, político, demográfico, económico y sobre todo espiritual desde una perspectiva particularmente étnica, y dentro de una lógica completamente opuesta a la occidental que basa relación con la naturaleza en la explotación y el dominio de la misma.

Existe una forma de conciencia religiosa-ambiental, dada milenariamente entre los indígenas y comportada también por los negros del Pacífico, que ha permitido la conservación del ecosistema a partir del desarrollo de una serie de técnicas, saberes y manejos que combinados con las simbolizaciones y las concepciones mágico- religiosas producen una sui géneris práctica de explotación, determinada por la combinación pensamiento religioso-pensamiento ecológico. Es decir que, mas allá de una serie de conocimientos técnicos, botánicos y agrológicos, lo importante es el conjunto global de concepciones ecológicas mediadas por una cosmovisión y un entramado religioso que le permite explotar sosteniblemente los recursos naturales y socializar la selva” (Sánchez, 1997).

 

“La religiosidad y la música fueron dos armas eficaces para sobrevivir a la tragedia de la esclavización, la trata, la colonización, el racismo, la segregación y el prejuicio racial.” La música, el baile y el canto fueron importantes como elementos de catarsis, de unidad, de identidad y de resistencia. Música y religiosidad están íntimamente relacionados. En el ámbito americano, el descendiente africano recreó y transformó distintas religiosidades europeas y de este continente, con esta táctica encontró los soportes emocionales que le permitieron hacer más llevadera la sujeción o sirvieron como fuente de inspiración en la causa rebelde. Tal es el caso de Haití, donde el vudú jugo un rol vital en el triunfo de la guerra de independencia. 

En América encontramos sistemas religiosos provenientes de África como el Dahomeyano, Congo, Angola, Yorubano, los cuales también tienen la influencia del Islam. Posteriormente se incorpora también la influencia del cristianismo y de la religiosidades indígenas. En Cuba, Brasil, Haití y las Antillas se lograron desarrollar sistemas religiosos con una notable transferencia de las características religiosas propias de grupos africanos, constituyendo religiones muy populares como la Santería o Regla de Ocha, la Regla de Palo Monte, la Sociedad Secreta de los Abakúa o de los Gnagnigos, el rastafarismo, el Vudu, el Candomblé, la Umbanda. Entre los negros colombianos en cambio, el proceso de adaptación no exigió muchas retenciones sino mas bien una remodelación institucional de aportes de varias religiones, tanto católicas como africanas e indígenas, a excepción del palenque de San Basilio donde se fortalecieron ceremonias africanas de corte fúnebre como el Lumbalú, lo que evidencia un fuerte sincretismo.

La religión de las comunidades negras de las tierras bajas del Pacifico está básicamente constituida por un conjunto de creencias ligadas a la práctica católica. Los fieles solicitan principalmente protección frente a la enfermedad y las desgracias que aparecen como castigos sobrenaturales que deben ser conjurados con sacrificios y ofrendas, a los santos católicos o a las divinidades ancestrales mimetizadas por el sincretismo religioso africano-católico. En la mayoría de los temas y cantos religiosos (arrullos, alabaos, fórmulas de hechicería y magia) aparece la intervención de los santos a favor de sus fieles adeptos o el castigo de las divinidades para los que las olvidan (Sánchez, 1997). En realidad resulta difícil construir una teología sobre las representaciones a la vez variadas, fragmentadas y contradictorias que los pobladores del Pacífico se hacen del mundo sobrenatural, del otro mundo y sus relaciones con la vida cotidiana y, mas aún, no se pueden conciliar las enseñanzas de la iglesia católica misionera adoptadas por los creyentes con las tradiciones sobre dioses y espíritus, referidas a un contenido típicamente africano o indígena.

Según el pensamiento tradicional los fenómenos naturales y los objetos están íntimamente asociados con Dios y los espíritus ancestrales. Por ello, lo físico y lo espiritual son dos dimensiones del mismo universo. La práctica médica tradicional de los curanderos y de los herbolarios negros del Pacífico colombiano han participado desde sus comienzos de esta naturaleza. Las imágenes del mundo sobre causalidad de las enfermedades y salud de estas comunidades del Pacífico se relacionan con: la mala alimentación, el agua (la frialdad hace que las personas se enfermen), el aire (el cuerpo también puede coger frialdad del aire), Colino (Platanal y cultivo de árboles frutales) el colino es frío, el cuerpo puede allí coger frío; el jai, es un maleficio que le mandan a las personas, son espíritus malignos en forma de animales o dolores, que también se pone en las comidas o vestidos.

Otras causas de enfermedad son las condiciones de trabajo, el mal humor de algunas personas (mal de ojo). La ira de Dios, el rebote de los siete humores (sangre, orina, bilis, sudor, resuello, evacuación y saliva). La influencia de un enemigo poderoso. Hoy los afros del Pacífico enfrentan la enfermedad con la medicina de occidente, pero si ésta no cede recurren a sus fórmulas tradicionales de etno botánica (baños, tomas, pócimas, baos) empleadas por abuelos y abuelas. Y si esto no es suficiente recurrirán también al curandero o hierbatero, quien mediante oráculos como la Vista de Orina y la lectura del tabaco, entre otros procedimientos adivinatorios, buscará predecir la causa del maleficio para lograr “destramarlo”. En el Pacífico se dan muchas formas de prácticas mágicas: mediante rezos, oraciones se pueden enviar maleficios a las personas y causarles mal, dolores, locuras, mala suerte (salar), ruina y enfermedad. La magia también se usa para el enamoramiento, para el sometimiento del cónyuge, para la buena suerte, para el enriquecimiento, etc.

 

Las comunidades negras manejan abundante información y conocimientos sobre el ambiente de la selva tropical húmeda del Pacífico, sobre su fauna y flora, sobre técnicas apropiadas al ambiente selvático y ribereño, sobre las complejas estructuras de parentesco, las relaciones de reciprocidad entre los miembros de la familia extensa, de los co-residentes y de las formas de cooperación doméstica en las labores de producción, sobre los ritos mágico-religiosos, prácticas curativas y de prevención de las enfermedades.


El curandero tradicional tiene una función de utilidad en el estado actual de la organización social de las comunidades afro del Pacífico: Es la persona reconocida por la comunidad como competente para atender la salud mediante el empleo de productos vegetales, animales y minerales o el uso de otros métodos de origen social, cultural y religioso basados en los conocimientos y creencias de la comunidad sobre el bienestar físico, mental y social, el origen de la enfermedad y la causalidad inmersos en distintas dimensiones del mundo. La medicina tradicional está compuesta sólo por técnicas y prácticas, sino también por un sistema de creencias y valores. Existe una amplia y tradicional práctica de curandería por parte de los afrocolombianos del Pacífico con una notable huella africana y aborigen. Dentro de estas prácticas de curandería están tanto la habilidad de curar como la de enfermar, embrujar o causar el mal, por lo que resulta una amplia gama de prácticos: curanderos, brujos hierbateros, sobanderos, adivinadores, curadores de culebra, exorcistas.

El curandero en el Pacífico conoce a la perfección los entramados de la geografía natural en medio de la cual conviven, transforman y desarrollan todo un tejido social y cultural que históricamente han establecido a manera de estrategia de adaptación, donde crean una serie de sistemas, instituciones, imaginarios, relaciones sociales, de producción y una complejidad de rituales y esencias simbólicas que permiten determinar las características culturales y étnicas de los grupos negros del Pacífico (Sánchez, 1997).

En 1610 la bruja y el curandero negro sufrieron la persecución de la Santa Inquisición en Cartagena. El curandero era un peligro para la empresa de la dominación, atentaba contra la hegemonía colonial blanca que encontraba en la curandería un poder no sólo espiritual sino político y económico; el curandero representaba la posibilidad de la liberación del yugo y la retoma de un liderazgo ancestral que podría encaminar a los esclavizados hacia proyectos de cimarronismo y palenques (Sánchez, 1997).

 

En comunidades cercanas a Guapi, rezar no parece ser algo que convoque mucho a la comunidad, en cambio el canto sí es un elemento clave en su forma de relacionarse con Dios. Toda su cotidianidad está llena de canciones, cantan en todas partes y a cualquier hora, solos y acompañados y en sus cantos hay de todo: amor, pasión, alabanza a Dios, despecho, protesta, como expresión de que se existe, se está vivo y hay que manifestarlo. “Aunque pareciera ser un dato elemental me parece que a las labores normalmente duras de la vida las va acompañando un ingrediente lúdico que va haciendo mas sencillos y manejables estos trajines. Entre risa y risa, canto y canto se hace un proceso de adaptación que le ha permitido al negro del Pacífico sobrevivir en las circunstancias más adversas. La música, el baile y el canto son un elemento fundamental dentro del mundo religioso ribereño.

El investigador Marulanda plantea como una característica particular de los afro la relación entre juego, cotidianidad y religiosidad: el juego en un contexto religioso, tal como la costumbre de jugar Bingo o Dominó en días de semana Santa como el Viernes Santo; el juego como ritual. “Así el mundo religioso aparece como un conjunto sistemático que no sólo regula las relaciones con lo trascendente, sino que la religión además se juega y debate en la vida cotidiana y se expresa a través de ritos, cultos, oraciones, códigos ético morales y sacrificios, todos estos con un sentido común de identidad y comunidad. En este sentido el mundo de lo religioso se ubica en el terreno de las relaciones sociales cotidianas, está inmerso en las realidades cotidianas, de tal modo que se hace imposible pensarlas sin él, y se presenta como una práctica concreta, que no pretende establecer relaciones con el otro mundo, sino que actúa y ejerce su influencia en el terreno de lo cotidiano, consolidando acciones encaminadas a la estructuración de una “utopía terrenal” que pretende variar el ritmo de las relaciones existentes”.

En esta religiosidad de los afrocolombianos hay que mencionar también la unidad entre religiosidad-fiestas religiosas y paganas. Una fiesta como la Semana Santa determina todo el ritmo de vida de muchas de las localidades que la celebran; es el caso de Coteje, poblado sobre el río Timbiquí en el Cauca. “El significado y uso social de la Semana Santa para los cotejanos es múltiple: Semana Santa es historia, es ayuno, recogimiento, es compartir. Es un acontecimiento que facilita la comunicación al interior del grupo, contribuye a que se reafirmen los vínculos sociales, al mantenimiento de la solidaridad del grupo, a que se solucionen los conflictos latentes y a dinamizar la economía ribereña. Ayuda además al fortalecimiento de su identidad y fortalece su autoestima. También se podría decir que la fiesta cumple una función catártica en los emigrantes, ellos se sienten bien. Es un tiempo espacio de vivencia de lo sagrado y de ruptura con lo cotidiano, de gran vitalismo y de recreación estética y ritual. En tanto que fiesta no sólo es un archivo de tradición, conocimiento y creencia, también desarrolla un drama folclórico que transmite toda una serie de elementos simbólicos (mensajes y significados) que combinan ideas morales y sentimientos religiosos. Es un teatro de evangelización en tanto que es usado como medio de comunicación social que sirve fundamentalmente para expresar y recrear el mensaje religioso (y la moralidad del grupo). Es una tradición que se renueva, que no permanece estática, que como toda fiesta comporta elementos tradicionales y modernos estos últimos tomando por momentos formas carnavalescas y al mismo tiempo, constituye una respuesta creativa estética, teológica y cultural de los cotejanos de Timbiquí frente a las condiciones concretas de su devenir histórico”.

En el Chocó, en los caseríos, es costumbre tener su propia virgen y la fiesta para ella. La sacan a pasear por el río juntando varias canoas formando “Balsadas”, o en balsas formadas por trozas de madera. Ejemplo de esto es la Virgen de la Pobreza de Boca de Pepé, río Baudó.

1 comentario

john jairo osorio -

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